Belgrado: un recorrido gastronómico

La metrópolis balcánica nunca duerme y su apetito es siempre voraz. Sus cocinas están abiertas todo el día para disfrutar de su rica gastronomía en cualquier instante. ¿Qué mejor manera que conocer los entresijos de Belgrado que callejeando mientras buscas la mejor mesa? Preparen sus estómagos porque este rally es una montaña rusa de sabores extremos, lugares históricos y mucho, mucho turbofolk.

El desayuno

Para comenzar el día, una fuerte dosis de pequeños lujos y buena comida. El hotel Moscú es uno de los edificios más emblemáticos de Belgrado por ser el corazón de la movida cultural yugoslava desde la Segunda Guerra Mundial. Este monumental espacio, de inspiración zarista (de ahí su nombre) había sido utilizado antes como cuartel de la Gestapo y como sede del Banco Central.

Desde hace 70 años es el hotel más exclusivo de la ciudad y, además de seguir alentando las tertulias culturales, su cafetería ofrece una pequeña exquisitez. El pastel Snitche fue creado en 1974 por las manos de la repostera Ana y su receta traspasó las fronteras gracias a la fama que le crearon los huéspedes internacionales del hotel.

Café de media mañana

Todo lo que quieras encontrar está en la calle Knez Mihailova. Y para ello no hay que cruzar ninguna puerta sino dejarse caer por las numerosas terrazas que se adueñan de esta arteria peatonal.

Haga frío, llueva o nieve, sus asientos están siempre repletos de comensales que paran para entonarse con un té, calentarse con un café, refrescarse con una pivo (cerveza) o achisparse con un chupito de Rakija.

Estos establecimientos están preparados para lo que el cuerpo pida y suponen un gran recurso para los viajeros de horario anárquico.

Aperitivo

‘?’ no es una pregunta, es una respuesta. Es la solución para aquellos que busquen la taberna más vieja del lugar. Y es que tanta convulsión, tantos vaivenes políticos y religiosos y tantos conflictos internos provocaron que sus dueños, hartos de cambiar el nombre a su viejo bar para no herir según qué sensibilidades, decidieron llamarla de esta curiosa manera.

Pero lejos de ser una vitrina de antigüedades o un museo de fetiches kitsch para guiris, este bar es lo que se supone que tiene que ser una kafana (taberna en serbio). En sus mesas bajas de madera es bienvenido cualquier parroquiano que busca conversación, cerveza y una cocina tradicional donde los ćevapčići, unos rollos de carne de toda clase acompañados de verduras, son los grandes protagonistas de la carta.

Comida

En la confluencia del gran Danubio con el río Sava, las aguas forman un remanso de paz que los habitantes de Belgrado han aprovechado para poder navegar con tranquilidad. Ahí nació la costumbre de comer en las embarcaciones la pesca del día y de esta tradición los numerosos restaurantes que descansan amarrados a ambas orillas.

Algunos de los más conocidos son Dijalog, Porto o Leonardo donde lo más socorrido es recurrir a platos como los kebaps o las musakas, herencia de un pasado otomano. No se asusten si en cualquier momento aparece una pequeña orquesta de timbres balcánicos.

Esta versión serbia de la tuna, sorprendentemente, suele ser del agrado de los belgradenses, que se arrancan a cantar en el momento menos sospechado.

Postre

No sucumbir a la tentación del dulce en es un delito en esta ciudad. Y más teniendo en cuenta que es el paraíso para los más golosos con un postre estrella: la baklava.

En la pastelería Dukat se puede disfrutar de todo tipo de pastelitos de origen árabe, siendo el pistacho el omnipresente ingrediente que se acompaña de todo tipo de sabores. No hace falta ser un sugar lover para dejarse convencer, la ventaja de su pequeño tamaño les convierte en un bocado irresistible.

Las calorías no deberían de ser una preocupación después de una mañana tan intensa y, por si acaso, el té árabe (que también se vende en esta tienda) siempre es un buen aliado para ayudar a la digestión. Si no es suficiente, siempre queda el recurso de darse un paseo por el cercano y monumental parque Kalemegdan.

Merienda

El renacer cultural de Serbia se está gestando en el barrio universitario y alrededor de los centros de arte y música contemporáneos más importantes. Es el caso del teatro dramático yugoslavo, un moderno edificio que ha contagiado a las calles colindantes y les ha empapado de nuevas tendencias.

En estas vías proliferan cafés creados para la inspiración y para compartir conocimientos. La calle Njegoseva está regada de terrazas con pequeños puestos de libros que invitan a la lectura. Si el caprichoso tiempo no acompaña, el club Akademia 28 merece una visita por ser un 3 en 1: delicada cafetería, biblioteca y cine.

Cena

Al Restaurante Reka no hay que llegar ni el primero ni el último. Si eres el primero corres el riesgo de aparecer antes de que comience la música. Si se llega más tarde de las 21.30h es posible que quieras empezar directamente con los postres y los chupitos de Rakia.

Y es que este pintoresco rincón se ha ganado un nombre en la noche de la ciudad gracias a sus platos (más y más carne), al buen vino del sur del país y… al turbofolk. La costumbre de animar todas las comidas con música se eleva a la enésima potencia en este lugar. Desde el primer bocado, una animada orquestilla (de no más de 4-5 músicos) interpreta temas nacionales e internacionales y marca la pauta de la cena.

La música se anima poco a poco con el transcurso de la velada hasta el postre. Es entonces cuando el ritmo crece y las armonías occidentales se retuercen hasta las exóticas escalas eslavas. Es el momento del turbofolk, el género por antonomasia del país. A las bases de las canciones populares se le añade el potente componente electrónico que hace que todos los visitantes se levanten de sus asientos y, animados por el alcohol y por el frenético ensalzamiento de la amistad, comiencen a bailar.

La fiesta suele terminar con coreografías imposibles encima de la mesa y cánticos regionales a orillas del Danubio.

Primera copa

Belgrado no es sólo folclore balcánico hirviendo por todos sus poros. Occidente ha entrado con toda su fuerza en sus bares de copas, claramente influenciados por el ambiente neoyorquino y berlinés.

Es el caso del Supermarket, un lugar idóneo para saludar a la noche o despedir el día ya que no sólo ofrece cocktails cosmopolitas, sino también comida sofisticada internacional y una tienda de objetos cotidianos de diseño. La música suele ser electrónica (de la buena) de DJs europeos, lo que convierte a este local en un referente del futuro, aunque su excesivo parecido a los ambientes anglosajones puede provocar una sensación de extrañamiento en el visitante.

Alargar la noche

El viejo puerto en la ribera del río Sava quedó obsoleto tras la construcción de su homónimo industrial en el Danubio. Desde entonces, los viejos hangares se han llenado de garitos de diferentes ambientes que pinchan y/u ofrecen música hasta el amanecer.

La discoteca Magacin o el jazzclub restaurante Iguana son sólo dos ejemplos de cómo la demanda de calidad y de ocio sube en una ciudad inabarcable que sabe disfrutar de la vida, de las liturgias de la rutina y de la gastronomía las 24 horas del día.

Leído en CondéNast Traveler

Comentarios

  1. Muy buen informe y muy ricos dulces! Los felicito

  2. Muy buen informe y muy ricos dulces! Los felicito

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