Bielsa, el guardián de Monte Perdido

Bielsa, Huesca

Bielsa, Huesca (Hans Porochelt / Flickr)

La Península Ibérica está llena de lugares remotos. Últimos eslabones de una geografía tan abrupta como impredecible. Uno de los más extraordinarios es sin duda Bielsa, en los confines septentrionales de la comarca oscense del Sobrarbe, la puerta natural a Monte Perdido pero también su guardián.

Es verdad que desde 1978 un túnel de tres kilómetros lo comunica con Francia, pero sigue manteniendo intacto ese espíritu de última frontera, teniendo en cuenta que esta vía de escape hacia el norte tiene tendencia a permanecer cerrada gran parte del invierno, como ocurre con el insólito Parador que lleva su nombre. Sólo está abierto desde mediados de junio hasta el 7 de diciembre, a causa de la dificultad de mantener libre de nieve su carretera de acceso.

Por eso es importante recordar que ahora, en otoño, es el mejor momento de disfrutar de Bielsa en todo su esplendor. Última llamada este año para descubrir uno de los rincones más arrebatadoramente hermosos de nuestro entorno pero también un territorio cargado de secretos y tesoros.

Una oportunidad de aprovecharse de ese Parador refugio, tan severo como acogedor, construido a los mismos pies de Monte Perdido, el macizo calcáreo de mayores dimensiones del continente europeo. Lo ideal es alojarse en la habitación Balcón de Pineta, situada en la última planta y desde cuyas ventanas se puede disfrutar del circo que da su nombre pero también de ese conjunto de montañas que hay que ir descubriendo con un mapa en la mano.

Un paisaje apabullante

Si el presupuesto no lo permite o ya está ocupada, algunas otras de la treintena de habitaciones con las que cuenta el Parador también cuentan con magníficas vistas y tienen los mismos recubrimientos de madera que dan ese ambiente cálido y protector que caracteriza este curioso hotel. Aunque lo más recomendable es sencillamente explorar el entorno del edificio donde no tardan en surgir saltos de agua y puntos de vista que nos van descubriendo, desde muy cerca, algunas de las joyas de este privilegiado paisaje que va mudando de aspecto a medida que vamos ascendiendo.

No se necesita ser escalador, ni realmente estar en forma para entrar en esta inusitada postal que nos revela el nacimiento del río Cinca. Llegar hasta los Llanos de La Larri es fácil. Se tarda ida y vuelta, menos de dos horas y el panorama que se contempla desde sus miradores es ya apabullante. O aun es más fácil acercarse a la Ermita de Pineta.

Quien lo prefiera y esté preparado, puede sin embargo acercarse al ibón Marboré, salvando desniveles cercanos a los mil quinientos metros, dejando atrás los bosques de pinos, hayas y prados, vestidos con sus mejores galas otoñales. Para los que sencillamente les guste caminar, hay otras muchas posibilidades, como el sendero que sale del mismo Bielsa y siguiendo el curso del río Barrosa se acerca a las antiguas minas de plata de Parzán.

El pueblo

Por otro lado, el pueblo de Bielsa es tremendamente atractivo y curioso, contando con algunos edificios notables como el que ocupa el museo Etnológico o el que hace las veces de Ayuntamiento, de estilo renacentista, llamando la atención por su carácter defensivo. Es un buen sitio además para oír hablar en belsetán, una de las variantes dialectales del idioma aragonés.

Para quien esté interesado en el románico rural de la zona es recomendable que se acerque a la aldea de Javierre donde se puede visitar la iglesia dedicada a Santa Eulalia de Mérida. Construida en piedra, es de planta rectangular, con cabecera semicircular y una torre. En su interior se guarda un retablo de diez tablas que reproduce el martirio de su santa patrona.

Aunque el mejor momento de ir a Bielsa es el otoño, el invierno se guarda una sorpresa, su famoso carnaval, uno de los más antiguos y originales de España. Una oportunidad para conocer a Cornelio Zorilla, al Onso y Amontato, símbolo de la fortaleza de la mujer belsetana que lleva al marido a cuestas.

Leído en Ocholeguas

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