Cómo no parecer guiri en Mallorca

Ahora que las Birkenstock están de moda y llevarlas con calcetines no es patrimonio de los alemanes, sino fenómeno global por imperativo de Phoebe Philo, os damos unos cuantos consejos para no parecer forastero en la isla balear. Es decir, para disfrutarla como un local.

En la Península, es generalizada la confusión entre Mallorca, la isla, y Palma, su capital. Allí la llamamos Ciutat, para que quede claro que sólo hay una (con permiso de Inca y Manacor).

Y a los de allí, palmesanos, nos llaman llonguets (un tipo de panecillo) pero eso no hace falta que lo sepan, sólo tienen que comérselo: preferiblemente en el Bar Bosch, que está en la plaza Juan Carlos I aunque muchos la seguimos llamando Pío XII. Pida una langosta que no es tal: sino un llonguet con tomate frotado (y no, no es pa amb tomaquet, es pa amb oli), bien con queso (mahonés) o jamón.

Aquí no hay playa

Si viaja a Palma no diga «me voy a la playa», porque no es cierto. En Palma no hay playa. Hay mar, hay puerto. Y aunque se han recuperado algunos tramos de arena (frente a Gesa y la obra maldita de Matas/Calatrava), de toda la vida la playa de Palma es el Arenal con sus balnearios tan codiciados por algunos alemanes (ahí está la BierStrasse). Para playa crúcese la isla hasta Muro o vaya a Es Trenc. Si prefiere calas, tiene toda la costa de la Tramuntana.

En Palma hay Historia con mayúsculas: una Catedral que quita el aliento, vestigios árabes impresionantes como la Almudaina, museos (como los de la Fundación March y Barceló o Es Baluard) con colecciones de altura, un castillo -el de Bellver- que custodió el insomnio de Jovellanos; un paseo, el del Borne lleno de tiendas y tiendas muy interesantes. Pase de souvenirs, y acérquese a La Pecera y Rialto Living.

‘Barbarismos’ gastronómicos

Sobrasada en tarrina, no. Paella, salvo en Sa Forada y algún chiringuito más, casi que tampoco. Para embutidos (no sólo de sobrasada vivimos en Mallorca, primero se come la longaniza, y poco supera al butifarrón y el camaiot) pásese por La Pajarita o por el Mercado del Olivar. El arroz en Mallorca se come caldoso, se llama brut, y es un plato imprescindible en invierno, al igual que las sopas, que -en cambio- no tienen caldo.

Para disfrutar de la buena gastronomía mallorquina, con un giro tan original como reflexionado, no se pierda la Cantina del Patrón Lunares, un ejercicio nostálgico en el animado barrio de Santa Catalina, encabezado por Sr. Bonet, que sabe muy bien lo que hace.

¿Que quiere comenzar a practicar antes de viajar a Palma? No hay problema. En Madrid no hay playa pero sí Muta Bar en la calle Ponzano, que ahora es más balear que nunca. Sirve desayunos, comidas y cenas que garantizan un viaje auténtico a la isla a través del paladar. Sus ensaimadas mutantes son memorables, pero la carta -completísima- va mucho más allá. Bon profit.

La belleza está en el interior

Del mismo modo en que hay que callejear Palma para apreciarla, recorrerla por dentro e ir más allá de sus reclamos turísticos, la isla tiene mucho que ofrecer más allá de las localidades playeras de folleto. Es un sus pueblos donde se conserva la esencia de esta isla sencilla.

Así, no se queden en el puerto de Sóller, vayan al pueblo y sigan hasta Fornalutx. Si están en el puerto de Alcudia, acérquense a ver las ruinas romanas de Pollentia; si se deciden por Calviá, explore los yacimientos prehistóricos con talayots de la zona… Las posibilidades son muchas, eche un vistazo aquí.

Más información en la página web de Turismo de Baleares (www.illesbalears.es)

Leído en Ocholeguas.com

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