De road trip ibérico: por carreteras secundarias

Morella, Castellón

Las carreteras secundarias nos encantan porque hablan de los antiguos viajes, ésos en los que se salía con la fresca y se llegaba después de comer, ésos en los que realmente se apreciaba la distancia del destino y se valoraba el cambio de paisaje. Te proponemos 10 rutas imprescindibles por las carreteras secundarias más bonitas de España, para que te pierdas con conocimiento de causa.

Serpenteantes, vistosas y poco transitadas. Rutas de asfalto que dibujan un mapa alternativo al de las grandes autopistas, que no conocen los atascos ni los peajes. Baja la ventanilla y respira hondo el aire que te regalan las carreteras secundarias españolas, deja que el olor a campo se infiltre en tu sistema y guarda el reloj en la guantera. En estos paraísos para los amantes de las curvas es el sol el que te guía y la profusión de baches el mejor indicativo para saber que tienes que parar en algún pueblo de la ruta a tomar un refrigerio.

1) EL MAESTRAZGO DE CASTELLÓN, LA RUTA DE LA TRUFA NEGRA

Alejada de la Costa, la ruta que recorre el desconocido interior de Castellón, es una zona de sublime soledad dónde los buitres leonados, los granados, las ardillas y las zarzamoras forman parte del paisaje. El Maestrazgo castellonense es un territorio casi virgen y sus carreteras también. Conviene preguntar antes a los paisanos, porque éstos tramos de asfalto que unen pueblos de fortificada belleza, son organismos vivos e independientes de lo que diga tu mapa. A veces, simplemente están cerradas por obras; otras, ellos conocen una alternativa mejor.

Tienes que saber que estás en el reino de la Trufa Negra, por eso Morella, con sus murallas y su castillo es además una cita obligada si quieres probar una excelente gastronomía y si te apetece, y esto tiene que ser en invierno, ver cómo perros adiestrados dan sin dificultades con tan codiciado manjar. Si vas en verano puedes darte un refrescante baño en sus tolls, piscinas naturales que aprovechan lo abrupto de su orografía para convertirse en improvisadas bañeras.

Si te gusta la naturaleza en estado puro no debes perderte el Parque de la Tinença de Benifassà y el bosque de Pereroles. Para probar excelente queso artesano visita Catí, y si lo que quieres es llegar a casa con un fragante aceite afrutado visita cualquiera de las almazaras que rodean Canet lo Roig. Por último no te pierdas Benasal y su fuente de los tres caños, además de probar el agua mineral gourmet de la localidad, podrás disfrutar de las ventajas de su Balneario.

2) LA RUTA DEL COCHINILLO: SEGOVIA PARA COMÉRSELA

Comer cochinillo en Segovia, o para el caso cordero lechal, que esto va en gustos, es una actividad de obligado cumplimiento para miles de domingueros que cada fin de semana son capaces de comer bien pasadas las cuatro de la tarde si les prometen mesa en el segundo turno y si les alegran la espera con un buen tinto de la tierra.

Sin embargo, existe una ruta que enlaza pueblos de sorprendente belleza y atrapa por la calidad de su gastronomía. Puedes empezarla en la misma capital dónde abundan los restaurantes especializados en cochinillo y cordero. El José María es el más buscado por los locales y conviene reservar con tiempo. Torrecaballeros es una opción excelente, saldrás chupándote los dedos de cualquiera de sus muchos restaurantes. Si quieres comer en un jardín apuesta por El Rancho o La Postal. Más alejado se encuentra Pedraza, un maravilloso pueblo medieval dónde además de disfrutar de la gastronomía podrás deleitarte con sus Conciertos de las Velas, todo un acontecimiento social y cultural.

Serpentear por la noche sobre sus adoquines centenarios a la luz de miles de velas es una experiencia inolvidable. Si quieres darte un buen homenaje prueba El Corral de la tía Joaquina o El Soportal, en plena plaza del pueblo. Y por último llega hasta Sepúlveda, otro pueblo medieval muy cerca de las Hoces del Duratón, la excusa natural más estética para bajar las calorías que antes o después podrás ganar en El Figón de Tinín o en Cristóbal. Y un último consejo: no dejes de pedir una ensalada verde para acompañar tus platos. Desengrasa y es perfecta para que el cochinillo no te acompañe hasta bien entrada la noche.

3) LA ALPUJARRA: DESCUBRE POR QUÉ LES FLIPA A LOS GUIRIS

Desde que el británico Gerald Brenan llegó con sus pecas, sus libros y su piel de alabastro a conquistar la Alpujarra granaína hasta ahora ha llovido mucho, pero mucho menos en la Alpujarra que en su país natal. Ésa es la principal razón por la que gusta tanto a los británicos. El legado de Brenan es bien visible en estos pueblos blancos suspendidos entre Sierra Nevada y la Sierra de la Contraviesa, en lo alto de ninguna parte, casi rozando las nubes. La promesa del sol y la vida sin adulterar consigue que escuches más inglés aquí que en cualquiera de los cursillos de inmersión que puedas contratar en la ciudad.

Empieza por Lanjarón y prueba las excelentes instalaciones de su recién rehabilitado Balneario. Hay aguas para todos tus males, incluso los que no supieras que tenías. Más adelante llegarás a Órgiva, el pueblo que hace las veces de capital de la zona. Desde aquí la carretera se enrosca sobre sí misma y te permite disfrutar de vertiginosos paisajes rumbo a Capileira y Pampaneira, dos pueblos de postal dónde las jarapas salpican de color el blanco inmaculado de sus fachadas y el buen humor de sus habitantes. Un poco más arriba todavía esta Trevelez y allí tienes que probar su exquisito jamón serrano. Para hacer parada y fonda y disfrutar de la mejor gastronomía en un entorno idílico busca Cádiar en tu mapa y pregunta por la Alquería de Morayma, un verdadero oasis de placer en plena Alpujarra.

4) DE ARBO A CAMBADOS: ALBARIÑO, LAMPREA Y MARISCO DEL ATLÁNTICO

Es inevitable. En cuanto pones un pie en Galicia tus jugos gástricos empiezan a multiplicarse. Con razón. Te proponemos una ruta marinera que discurre paralela a las mejores bodegas de Albariño, ése vino blanco que entra solo y que tanto alegra las reuniones sociales. Empieza en Arbó, para que conozcas todos los secretos de la captura de la lamprea, ésa gallega milenaria que, pese a los detractores, cuando llega su época, está en todos los platos.

Desde aquí y serpenteando con el río Miño se llega a Salvaterra, punto clave para el Albariño. No dejes de visitar las Bodegas Fillaboa y Pazos de Lusco. Más adelante cruzando el Valle de O Rosal encontrarás otras dos bodegas imprescindibles: Terras Gauda y Santiago Ruiz. En Arcade el paisaje cambia y el mar asume el protagonismo: no te pierdas sus famosas ostras, se sirven más de 3000 en una sola mañana. Para comer con gusto apuesta en Vilalba por el restaurante El Laurel, un capricho gastronómico con unas vistas inmejorables y un servicio impecable. La Lonja de Bueu, en la Ría de Pontevedra, es perfecta si lo que quieres es conocer de primera mano el excelente producto marino de la zona, lo mismo que el mercado de Cangas. De camino a Cambados, adéntrate un poco más en las carreteras comarcales y visita la Bodega Pazo de Señorans, en Meis. En Meaño puedes hacer parada y fonda, el Hotel Quinta San Amaro es todo un paraíso si te gustan los detalles y el silencio, y esta a dos pasos de las concurridas playas de Sanxenxo. Su piscina con vistas al Valle de Salnés seguro que tiene propiedades curativas.

Y por fin Cambados, en plena Ría de Arousa, y con gran tradición conservera. Un coqueto pueblo de piedra medieval dónde la Bodega estrella es el Pazo de Fefiñans, y dónde todos los veranos se celebra la estruendosa Fiesta del Albariño.

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