Diez excursiones imprescindibles por España

El Cabo de Gata

Si algo tiene de especial España para un viajero es su diversidad. Paisajes tan variados y sorprendentes que te permiten viajar desde glaciares casi alpinos a desiertos casi africanos en un solo día y sin salir del país.

Estas son diez excusiones con paisajes soberbios que deberías apuntarte en tu agenda como imprescindibles.

1. Valle del Silencio (El Bierzo, León)

El Bierzo es famoso por muchas cosas, pero muy pocos viajeros conocen ese rincón perdido del río Oza, un afluente del Sil, accesible por la carretera que va de Ponferrada hacia San Esteban de Valdueza.

El valle del Oza está tapizado por un bosque caducifolio de increíble frondosidad en el que se alternan castaños, chopos, serbales, nogales, fresnos y alisos. El río se despeña a saltitos, remoloneando entre resaltes y pozas.

La carretera termina en Peñalba de Santiago, un pequeño museo en piedra de lo mejor de la arquitectura popular berciana, en el que por fortuna ni una sola construcción moderna afea el conjunto.

2. El barranco del Poqueira (Granada)

El barranco por el que el río Poqueira se descuelga desde las faldas del Mulhacén por la vertiente sur de Sierra Nevada es la estampa más fotogénica de Las Alpujarras, la esencia de la arquitectura morisca.

Cada curva de la estrecha carretera que asciende desde Órgiva es un mirador con una perspectiva diferente sobre Capileira y Pampaneira, dos pueblos de casas blancas y humildes que huelen a picón y aceite de oliva.

Viales estrechos que forman un laberinto fresco de adobe y pizarra donde aún se conservan tradiciones ancestrales y oficios ya desaparecidos.

3. Cabo de Gata (Almería)

Cabo de Gata es el desierto más bello del sur de Europa. Un lugar donde los cielos egoístas apenas derraman 240 mm de agua al año y donde la vegetación esteparia está más próxima a la africana que a la de esta orilla del Mediterráneo.Escenarios desnudos donde el color marrón es siempre dominante.

Y pueblos blancos que han resistido el empuje de la vorágine constructora de la pasada década, como Rodalquilar, Las Negras, Los Escullos o La isleta del Moro, pueblo pesquero que aún conserva el encanto de aldea perdida y soleada al pie de unos crestones negros que sirven de refugio a su pequeña flota artesanal. Un buen lugar donde comer pescado fresco en una terraza con vistas al mar.

4. Cap de Creus (Girona)

El Cap de Creus es el extremo más oriental de la Península Ibérica. Un lugar misterioso y lleno de energía en el que confluyen los Pirineos y el Mediterráneo. Sus negras rocas y su extrema soledad acrecientan esa imagen de fin del mundo recogida más de una vez por el cine. A su abrigo se refugian alguno de los pueblecitos pesqueros más evocadores de la Costa Brava, como Cadaqués. La cinta de asfalto que va desde esta localidad hasta el faro de Creus es en sí un espectáculo de paisajes negros y sobrecogedores. En la base del faro se ha abierto un centro de interpretación. Y en la contigua casa de carabineros hay restaurante y posada.

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Comentarios

  1. La visita al cabo de Creus se ha convertido, con el paso del tiempo, en una peregrinación frecuente. He de decir que su proximidad a mi lugar de residencia, lo hace posible.
    Se puede decir que en cierta manera el cabo de Creus se ha convertido en una especie de lugar de culto. Culto a las fuerzas primigenias de la Tierra, a la energía telúrica que de sus oscuros esquistos emanan.
    Si me es permitido una recomendación – casi una súplica -, diria que es mucho más recomendable usar el discreto sendero que, desde Cadaqués, va bordeando la costa. Un discreto camino, casi iniciático, que transcurre entre campos de olivos que forman terrazas sostenidas por muretes de lajas de pizarra, atraviesa silenciosas calas, y cruza, justo antes de la subida al promontorio donde se encuentra el faro y la posada, un campo de fantasmagóricas esculturas de roca, trabajadas con estiletes de agua y sal que el oleaje que forma la temida tramontana, hace llegar hasta rincones insospechados.
    Y utilizar el coche, para seguir la cinta de asfalto solo por prescripción facultativa.

  2. La visita al cabo de Creus se ha convertido, con el paso del tiempo, en una peregrinación frecuente. He de decir que su proximidad a mi lugar de residencia, lo hace posible.
    Se puede decir que en cierta manera el cabo de Creus se ha convertido en una especie de lugar de culto. Culto a las fuerzas primigenias de la Tierra, a la energía telúrica que de sus oscuros esquistos emanan.
    Si me es permitido una recomendación – casi una súplica -, diria que es mucho más recomendable usar el discreto sendero que, desde Cadaqués, va bordeando la costa. Un discreto camino, casi iniciático, que transcurre entre campos de olivos que forman terrazas sostenidas por muretes de lajas de pizarra, atraviesa silenciosas calas, y cruza, justo antes de la subida al promontorio donde se encuentra el faro y la posada, un campo de fantasmagóricas esculturas de roca, trabajadas con estiletes de agua y sal que el oleaje que forma la temida tramontana, hace llegar hasta rincones insospechados.
    Y utilizar el coche, para seguir la cinta de asfalto solo por prescripción facultativa.

  3. Muchas gracias por tu comentario y tu recomendación, Xavier.

  4. Muchas gracias por tu comentario y tu recomendación, Xavier.

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