Gastronomía extremeña, sabor ibérico

Hacer una aproximación a la gastronomía extremeña implica fundirse en un paisaje colosal, sorprendente y exuberante del que emergen productos tan genuinos y nobles que han llegado a situar a la cocina de Extremadura al calor de los más altos fogones de España. Extremadura es el paso de la luz natural, con 300 días de sol y ello, por fuerza, revierte en la sinfonía de color y sabor que exhibe su excepcional materia prima.

Extremadura es un sueño hecho dehesa, en la que se conjugan a la perfección paisaje y gastronomía. Todo el tiempo uno está comiendo con la mirada. Es la tierra del cerdo feliz, del aleteo dulce de las truchas, de la lluvia otoñal bajo el siseo de los olivos, de la parranda entre viñedos. Es entonces cuando el caminante pierde el sentido, porque ha llegado a un lugar llamado abundancia.

Comer en Extremadura es una oración a la tierra, porque cada alimento lleva implícito el olor del lugar en que fue sembrado y florecido y el aroma de las manos que lo han recogido. Cada producto “made in Extremadura” almacena el sabor de la propia raíz.

Unas carnes de la dehesa maravillosas, verduras y hortalizas de secano que tienen unas propiedades muy beneficiosas, zumo de aceitunas que cura el corazón y nutre las arterias, dulces que adornan mesas de reyes y endulzan la Navidad, vinos y cervezas que quitan hasta las penas negras. La dehesa, en fin, como alquimia y reserva curativa.

Las doce Denominaciones de Origen aportan y exportan exclusividad. Si Extremadura no hubiera ofrecido al mundo la Torta del Casar, el mundo sería menos redondo. Sus vinos, su jamón ibérico de la ‘Dehesa de Extremadura’ y sus quesos han dado origen a unas rutas en las que se pueden conocer esos productos emblemáticos desde su origen hasta que llegan a la mesa.

Sabor ibérico

Al oír hablar de ibérico, lo primero que se te viene a la cabeza es el jamón. Y es que es precisamente en Extremadura donde se elaboran unos de los mejores perniles de la Península Ibérica, debido a la gran extensión de dehesa que posee la región. Los cerdos, de patas largas, finas y musculosas están acostumbrados a recorrer cada día varios kilómetros en busca de bellotas, alimento que, junto a los pastos, otorga a su carne ese sabor, textura y fragancia singulares. Al igual que al resto de embutidos: lomo, morcilla, chorizo, salchichón, morcón…

En general, toda la gastronomía de Extremadura es de pata negra. Porque, ¿quién podría negarse a probar una de sus calderetas o probar un buen plato de migas, una chanfaina o un zorongollo? Una cocina sencilla y muy deliciosa.

Y si hablamos de postres… Una porción de técula mécula, cuya receta guardan con tanto celo los dueños de la pastelería de Olivenza en la que se elabora; arrope, perrunillas, bollos de chicharrones, hornazos, sapillos o repápalos en leche… Y es que a nadie le amarga un dulce.

Las que sí son de dulce son sus frutas, empezando por las cerezas, de las que Extremadura es primera productora de España y cuenta con la D.O. «Cereza del Jerte». Pero también es importante su producción de ciruelas, pues esta región se sitúa en el primer puesto en cuanto a volumen en Europa.

Los quesos también son importantes, tanto que se cuenta que en la Edad Media se usaban como moneda de cambio. Famosas son las Tortas del Casar, los Quesos de La Serena y Los Ibores, todos con D.O. También puede probar unas quesaíllas de las cabras de La Raya, un queso de cabra de Gata, de Las Hurdes, Castiblanco o de La Vera…

¿Qué mejor que regar todos estos manjares con un vino de la tierra, de los de la D.O. Ribera del Guadiana? O con uno de pitarra. Y para finalizar, brindemos con una copa de cava de Almendralejo por tu viaje, el viaje gastronómico por Extremadura que estás a punto de emprender… Bienvenido a un nuevo mundo de sabor, de sabor ibérico.

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