Islas griegas: 1.400 paraísos

Mykonos, GreciaElegir entre el paraíso, el infierno y el purgatorio no tiene mérito; lo que resulta realmente complicado es escoger ¡entre 1.400 paraísos!. Porque ese es el número de islas, islitas e islotes que Grecia tiene repartidos por sus aguas territoriales.

Pero , ¿cómo escoger nuestra isla ideal en este laberinto de aguas azules, ruinas soleadas y pequeños paraísos? La guía Lonely Planet dedicada a las Islas Griegas ofrece muchas pistas para escoger la que más va con cada viajero en función de su carácter o sus intereses.

Antes de ponerse a elegir, es imprescindible orientarse en un buen mapa y distinguir los diferentes archipiélagos. Básicamente hay que distinguir el Egeo de las del Mar Jónico.

Entre las primeras, están las Islas Cícladas (muy populares y cercanas a Atenas, en las que se incluyen archiconocidas como Mikonos o Santorini), las islas del Golfo Sarónico, también a tiro de piedra del continente (Egina, Angistri, Hidra…) o las remotas islas del Dodecaneso, en el sureste del mar Egeo, casi en Turquía, entre las que es fácil encontrar islas casi desiertas (de turistas, se entiende).

Después tenemos las islas Egeas del Norte, perfectas si se pretende huir de las multitudes y gozar de la cocina, cultura y tradiciones, y Eubea y las cuatro islas Espórades, que a pesar de su fácil acceso desde Atenas conservan la auténtica forma de vida isleña.

Al oeste de la península encontramos Corfú y las islas Jónicas, diseminadas a lo largo de la costa. Son destinos para todos los públicos: aventureros, sibaritas, amantes de la cultura o locos por las playas. Y por último, al sur, Creta, la culminación de la experiencia griega, con una belleza natural que a veces se olvida ante el aplastante peso de su milenaria riqueza histórica.

1. Para incondicionales de la arqueología

Creta, Delos, Cárpatos

Los amantes de la arqueología tienen difícil la elección, pero algunas islas imprescindibles en su bitácora de viajes, como Creta, Delos, Cárpatos o Samotracia. Tampoco se deberían perder la Acrópolis de Lindos en Rodas o Akrotiri, en Santorini.

Creta es famosa por ser la cuna de la primera gran civilización de Europa, la minoica, de la que apenas se sabía nada hasta que a principios del siglo XX Sir Arthur Evans descubrió el palacio de Cnosos y bautizó la civilización con el nombre de su legendario rey Minos. Junto con Cnosos son de visita imprescindible otros tres monumentos minoicos del centro de la isla: Festos, Agia Triada y Malia. Impresionantes, pero nada como Cnosos que, pese a una controvertida reconstrucción parcial y si logramos esquivar a los miles de turistas que llegan desde los cruceros, nos permite codearnos con los fantasmas de los minoicos, un pueblo de la Edad del Bronce que alcanzó un altísimo grado de civilización y gobernó gran parte del Egeo desde este palacio, hace unos cuatro mil años.

Creta es además un destino por si misma, una isla grande y variada en la que no falta de nada: yacimientos arqueológicos, fortalezas venecianas, mezquitas turcas e iglesias bizantinas que se completan con una naturaleza espectacular que alterna montañas, playas, colinas cubiertas de olivares, viñedos y flores silvestres. Aquí se encuentra la garganta más larga de Europa, la de Samaria, y hay lagunas cristalinas y playas como la de Preveli, de aires caribeños considerada una de las más bellas del mundo, o la aislada y mágica playa de Elafonisi.

A quienes les guste la historia más remota, le seducirán también otras islas como Delos, con uno de los yacimientos arqueológicos más impresionantes de Grecia y centro sagrado de las Cícladas. O la agreste Cárpatos, y en particular el enclave de Oliymbos, donde se sigue hablando un dialecto con elementos del antiguo griego dórico.

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