Los 10 mejores espacios naturales de España

España es uno de los países con mayor diversidad de paisajes y ecosistemas de Europa. Es difícil decantarse por un paraje natural en concreto porque hay cientos interesantes, desde glaciares en el Pirineo a desiertos en Almería. Puestos a seleccionar, estos diez son algunos de los más impactantes:

Las Médulas 4
1. Las Médulas (León)

Nunca un desastre ecológico creo tanta belleza. Los romanos combinaron la acción de hombre y del agua a presión para horadar esta montaña de León en busca de oro. Cuando se fueron lo que quedó atrás fue un paisaje irreal de pináculos, cárcavas y montañas rojizas tapizadas por un extenso bosque de castaños.

La mejor hora para la visita es en el ocaso, cuando los rayos del sol postreros iluminan las arcillas encarnadas e incendian el escenario. [ Saber más… ]

Mallos
2. Los mallos de Riglos (Huesca)

Impresionan solo con verlos a lo lejos. Unas gigantescas mazorcas de piedra conglomerada que se vuelven de oro cuando el sol se acuesta sobre ellas. La capital histórica del montañismo español.

Y abajo, diminuto ante la majestuosidad de las paredes verticales, el pequeño pueblito de Riglos, encalado y silencioso, sin apenas ningún elemento que rompa sus hechuras de aldea montañesa.

Borosa
3. Cerrada de Elías en el río Borosa (Jaén)

El parque natural de las sierras de Cazorla, Segura y las Villas es ese sitio donde los ciervos saludaban por su nombre a Félix Rodríguez de la Fuente. Uno de sus rincones más agradables es este garganta oscura y húmeda que el río Borosa forma poco antes de desaguar en el Guadalquivir.

La roca pulida por la erosión verdea por la cantidad de musgo y helechos que la recubren, ayudando a crear un mundo húmedo y recogido donde el único rumor lo produce el Borosa en su continuo excavar.

 

Volcanes Palma
4. Volcanes de La Palma (Canarias)

La Palma, como el resto de las Canarias, está hecha a base de fuego y lava. Una génesis volcánica que se hace patente en toda la cresta de conos que forma el espinazo de la isla. Un sendero recorre este paisaje sacado del Averno. Se desliza por un paisaje torturado y único, donde la lava, las escorias y las extrusiones basálticas pintan el decorado con toda la gama del ocre al negro.

Hasta el nombre de los volcanes contribuye a la vélelas de la ruta: el Birigoyo, el Nambroque, el Hoyo Negro, el Duraznero…

Pedriza
5. La Pedriza del Manzanares (Madrid)

Un capricho de la naturaleza (junto a un concienzudo trabajo de su martillo ejecutor: la erosión) hicieron de la cuenca alta del río Manzanares uno de los paisajes más singulares de Madrid. Un gigantesco caos de bloques redondeados, los domos, que se acumulan uno encima de otro hasta culminar en el pico del Yelmo (1.714 metros), la cima de la Pedriza.

Un laberinto de piedra en el que nada es lo que parece y donde es fácil perderse.

Cíes
6. Islas Cíes (Pontevedra)

Reductos del ecosistema litoral gallego, las islas Cíes y sus vecinas Ons y Salvora han resistido milagrosamente al avance del urbanismo. En sus dunas, playas y acantilados pervive el matorral autóctono de la costa atlántica. Anidan grandes colonias de gaviotas de patas amarillas. Y conservan los últimos bosquetes de higueras y rebollos, relictos de la cubierta vegetal original.

Las Cíes son tres: Monteagudo, Faro y San Martiño. Las dos primeras comparten la playa de Rodas, una de las más bellas de Galicia. Hay barcos diarias en temporada desde Vigo, Baiona y Cangas de Morrazo.

Acantilado de Barbate
7. Pinar y acantilado de Barbate (Cádiz)

Una pared de arenisca y caliza de casi 100 metros de altura se eleva sobre las aguas del Atlántico entre Barbate y Caños de Meca. Un espacio protegido desde 1989 en el que anidan gaviotas, grajillas, garcillas bueyeras y otras muchas especies de aves marinas. Sobre el acantilado despunta aún la Torre del Tajo, atalaya desde las que los pescadores oteaban las incursiones piratas y los bancos de atunes.

En marea baja la base del acantilado deja al descubierto docenas de hermosas calas y playitas, perfectas para un baño en intimidad, a las que solo se accede desde Caños de Meca.

Selva de Oza
8. Selva de Oza (Huesca)

Es una de las masas forestal de hayas y coníferas más densas del Pirineo Aragonés. Una selva de verdad. Pero que cambia del verde vibrante del verano al estallido multicolor de ocres, amarillos y almagres del otoño.

La selva de Oza cubre la cabecera del río Aragón Subordán, entre los macizos de Peñaforca y Bisaurín, y está considerada una reliquia del bosque pirenaico autóctono.


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9. Reserva del Saja-Besaya (Cantabria)

La cuenca alta de estos dos ríos cántabros es la gran mancha verde que antecede al parque nacional de Picos de Europa, por su vertiente sur. Un extenso bosque atlántico, de 1.800 kilómetros cuadrados de superficie, que engloba a buena parte de los valles occidentales de Cantabria.

Densas masas de roble, hayas, abedules, serbales y acebos cubren el parque natural más grande de Cantabria. La carretera que lo cruza parece hundirse en el bosque, todo verde en verano; rojo y ocre en otoño, como si los árboles se echaran encima.

 

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10. Lagos de Saliencia (Asturias)

Cuando los glaciares se retiraron de la Cordillera Cantábrica dejaron tras de sí algunos charcos. Entre ellos los lagos de Saliencia, la zona más espectacular y bella de todo el parque natural asturiano de Somiedo. El coche se deja en el alto de la Farrapona y de allí se camina media hora hasta el primero de los lagos, el de la Cueva.

La pista sigue en pronunciado ascenso para salvar un collado que antecede a los otros depósitos de agua: la laguna de la Almagrera (casi colmatada), el lago Calabazosa (también conocido como Negro) y el lago Cerveriz.

Leído en el blog de Paco Nadal

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