Maspalomas: un cachito del Sáhara olvidado en Gran Canaria

Dunas de Maspalomas, Canarias

Hoy escribo desde la isla de Gran Canaria. Estoy en el sur de la isla y desde la ventana de mi hotel se ven las dunas de Maspalomas, uno de los paisajes más fascinantes de todo el archipiélago. Un cachito de desierto del Sahara que se quedó olvidado en esta isla canaria.

Los alisios que llegan del Atlántico se enredan entre las cumbres más elevadas de la isla de Gran Canaria y descargan sus humedades en cantidad suficiente para mantener allá arriba densos bosques que ponen una brizna de verdor en el negro escenario volcánico.

Pero aquí abajo, en el sur de la isla, esas mismas cumbres hacen el efecto contrario de pantalla frente a la humedad y apenas caen cuatro gotas de agua al año. Por eso el sur es una sucesión de hábitats áridos que culminan en la máxima expresión del desierto: las dunas de Maspalomas.

Las dunas de Maspalomas son un mar de arena de belleza inaudita, acosado de cerca por las urbanizaciones turísticas, es cierto, pero salvado afortunadamente del desastre en 1982 gracias a su declaración como Reserva Natural Especial.

Todo es poético en este cachito del Sáhara “made in Canarias”, que lo parece aún más gracias a la silueta de los dromedarios que se utilizan para los recorridos turísticos. Las líneas ondulantes que perfilan las dunas, como ondas de oro que se incendian cada atardecer, cobijan una escasa y tenaz vegetación capaz de sobrevivir en este mundo seco e inhóspito. El balancón, por ejemplo, es un arbusto de hojas suculentas que forma la primera fila de la franja litoral; los granos de arena que arrastra el viento se enredan entre sus hojas, caen al suelo y dan origen a nuevas dunas.

El tarajal, un arbusto cuyo alto porte le permite sacar la cabeza por encima de las dunas móviles y sobrevivir a ese abrazo mortal de sílice, da cobijo a numerosas especies de aves, que nidifican en su base o sus ramas. La uva de mar (¿habrá nombre más sugerente?) da unas flores solitarias y unos frutos blanquecinos que ponen una nota de color en el tono sepia dominante.

Las siemprevivas, las aulagas y las saladas contribuyen también con sus flores a ampliar la gama cromática del desierto. El balo, muy característico de las dunas finas, es el alimento preferido de los lagartos. Y luego está la vegetación lacustre – la ruppia, el carrizo o el junco salvaje – que anima las riberas de la charca de aguas salobres que se forma al pie de las dunas y que da cobijo a multitud de aves acuáticas.

Un sitio que no deberías perderte si vienes a Gran Canaria.

Leído en el blog de Paco Nadal

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Comentarios

  1. […] Hoy escribo desde la isla de Gran Canaria. Estoy en el sur de la isla y desde la ventana de mi hotel se ven las dunas de Maspalomas, uno de los paisajes más fascinantes de todo el archipiélago. Un cachito de desierto del Sahara que se quedó olvidado en esta isla canaria. Los alisios que …  […]

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