Murcia, la costa virgen

Bahía de Mazarrón, Murcia (jay / Flickr)

Por Paco Nadal

De la costa de la Región de Murcia casi todo el mundo conoce La Manga y el Mar Menor. Pero muy pocos saben que en esta región del sureste español se conserva uno de los tramos más puros y virginales del Mediterráneo. Acabo de estar allí.

He pasado esta última semana en un lugar sorprendente: el que veis en estas fotos. ¿A que muy pocos imaginaríais que está en Murcia? Pues está.

Son las playas y acantilados de Cartagena, Mazarrón, Lorca y Águilas. Casi 100 kilómetros de costa natural llena de playazos, acantilados y calas donde la mano del hombre aún no ha estropeado casi nada. Desde Cabo de Palos hasta el límite con la provincia de Almería, la costa murciana deja boquiabierto a quien la descubre. Nada que envidiar a Cabo de Gata ni a algunas zonas de la Costa Brava. Solo que ésta de Murcia es una completa desconocida, incluso para muchos murcianos.

Mi favorita es la playa de Calblanque, en el litoral de Cartagena. Aunque al estar cerca de La Manga, en verano se pone a reventar y ha habido que poner limitaciones de acceso en julio y agosto.

El tramo al oeste del puerto de Cartagena hasta cabo Tiñoso es puro acantilado, tremendas paredes calizas entre las que se esconden calas de difícil acceso donde el tiempo parece estar detenido, como en el extraño poblado de El Gorgel o en la playa nudista del Portús.

Cabo Tiñoso es otra visita imprescindible. Sobre este espolón de roca que se eleva 369 metros por encima del mar se construyó en 1933 una de las baterías de costa que defendían el acceso a la base naval de Cartagena. Sus dos gigantescos cañones de 15 pulgadas quedaron en desuso en 1994. Ahora, convenientemente recuperada, la batería es una de las excursiones clásicas a pie, en bici o en coche para disfrutar desde allí arriba de una de las mejores panorámicas de la costa murciana.

En la bahía de Mazarrón os recomiendo el encantador pueblecito de La Azohía, donde se instala cada año la última almadraba. Y más al oeste, las largas y pedregosas playas de Calnegre, donde no hay nada más que cultivos y olor a salitre y algas.

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