Palmitos místicos en Castellón

En la comarca de Plana Alta, a 420 metros de altitud sobre el mar, se encuentra el Desierto de Las Palmas, que ni es desierto ni tiene palmeras pero que no deja de ser un lugar espléndido por sus vistas, su historia, su fauna y, sobre todo, su flora. El lugar, declarado Paraje Natural en 1989, extiende sus 3.200 hectáreas por los términos de las poblaciones de Benicassim, Cabanes, La Pobla Tornesa, Borriol y Castellón de la Plana.

Quizá lo primero que llama la atención del visitante sea el escarpado relieve rocoso del rodeno. Su coloración rojiza se entremezcla con los tonos verdes de la vegetación autóctona y, a lo lejos, el azul del Mediterráneo. Probablemente lo único que rompe este paraje armónico sean las torres que se divisan en la primera línea de playa de Benicassim. Es la huella visible de la cultura del ladrillo. 250 años de paz espiritual y 50 de turismo de masas.

El término «Desierto» se refiere al afán de la orden de los Carmelitas Descalzos por edificar lugares para el retiro espiritual en parajes poco poblados. El que crearon hace 300 años en las inmediaciones de Benicassim reúne todas las condiciones imaginables para alcanzar la paz espiritual.

Por si fuera poco, el antiguo monasterio, de finales del siglo XVII, cuyos restos se pueden ver en la foto, está rodeado de cuevas naturales y pequeñas ermitas en las que los frailes más entregados a su causa alcanzaban el grado de anacoretas.

Un edificio sobrio

A finales del siglo XVIII unos corrimientos de tierras obligaron a los Carmelitas a abandonarlo. En 1784 comenzaron la construcción del nuevo, un edificio sobrio que siguió las sugerencias originarias de Santa Teresa de Jesús: las dependencias del convento se distribuyen en torno al templo, epicentro de la actividad vital y espiritual de la comunidad.

Al margen de las cuestiones místicas, el término «Palmas» se justifica por la abundancia del margalló o palmito, una de las 600 especies que florecen en este paraje natural y, probablemente, su mejor tesoro pese a los incendios que se producen cíclicamente, el último y más grave en 1992.

Aunque de forma escasa, aún se pueden ver matorrales típicos como el madroño, el durillo, el brezo, el enebro o el lentisco, además de los ya citados palmitos. La actual política de reforestación pretende sustituir paulatinamente los bosques de pinos rodeno y carrasco por los primitivos alcornocales y carrascales.

Si quiere usted tranquilidad y sosiego, acérquese al desierto de las Palmas y evite mirar hacia la primera línea de playa.

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Leído en El Viajero

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