Riga y Tallin: la sorpresa a las orillas del Báltico

Tanto Riga, capital de Letonia, como Tallin, capital de Estonia, son ciudades imprevistas. El viajero llega esperando encontrar dos aburridas y grises ciudades del racionalismo soviético y lo que encuentran son sendas urbes medievales, coloridas, vibrantes y llenas de vida.

  • RIGA
    La capital de Letonia y ciudad más grande de todas las repúblicas bálticas solo tiene 700.000 habitantes. No es una ciudad muy grande, ninguna en Estonia, Letonia o Lituania lo es, porque son países escasamente poblados. Sin embargo tienen una población heterogénea: el 30% de la población es de origen ruso, país del que Letonia se independizó en 1.991.Unos pocos días son suficientes para disfrutar a tope de sus calles empedradas, sus hileras de casas de colores brillantes y su casco antiguo declarados Patrimonio Mundial de la Unesco por su tejido urbano medieval relativamente intacto y la calidad y cantidad de edificios del Jugendstil que no tiene parangón con ningún otro lugar del mundo.

    Comenzamos la visita en el barrio histórico de Vecriga compuesto por callejuelas peatonales repletas de tiendas, restaurantes y talleres de artesanos acompañados por las melodías de los músicos callejeros que aquí se congregan.Kalku iela, la calle más transitada de la ciudad se encuentra en esta zona y junto a ella nos encontramos con la plaza de la Catedral, probablemente el lugar más lleno de letones de todo el mundo disfrutando de una cerveza en cuanto llega el buen tiempo.No pierdas la oportunidad de visitar la basílica luterana construida en el 1211; en su origen era católica.Otro lugar muy agradable para disfrutar del aire libre en Riga es la calle Meistaru, donde los arquitectos mezclaron estilos y tonalidades que recuerdan a una imagen de cuento infantil.

    Un ejemplo es la Casa del Gato, que presenta a este animal arqueado en su tejado –si os digo que el edificio hace esquina y su fachada es amarilla lo encontraréis más fácilmente-. Otro ejemplo de arquitectura tradicional letona es el conjunto de edificios medievales conocido como Los Tres Hermanosrestaurados de una manera muy fiel (números 17, 19 y 21 de la calle Maza pils iela).

    Hasta el siglo XIX el casco histórico de Riga estuvo rodeado de murallas: la calle Torna iela coincide ahora con el viejo trazado de la cerca de piedra. Termina en la Torre del Polvorín, la única de las 18 torres incluidas en la muralla que ha sobrevivido. En su interior podemos visitar el Museo de la Guerra.

    Otra manera de comenzar un buen paseo por la capital letona es subir hasta lo alto de la torre de la Iglesia de San Pedro para hacerse desde allí una idea panorámica de la planimetría de la ciudad. ¡Hay ascensor! De estilo gótico tardío, la iglesia sufrió grandes daños tras un bombardeo en 1941 y fue restaurada posteriormente por el gobierno soviético.

    El templo tiene también su leyenda particular. Su torre fue levantada tres veces pero en las dos primeras se hundió. En la tercera ocasión, la de 1764, el arquitecto bebió una copa de vino desde lo más alto y la lanzó al vacío porque el número de cristales en los que resquebrajara equivaldría al número de años que la edificación aguantaría. Pero justo en ese momento pasó por debajo un carro de heno y la copa no se rompió. Debía ser solo una leyenda, porque la torre sigue aún en pie.

    Se puede llegar a casi todas partes a pie. Por ejemplo a la plaza Latviesu Strelnieku, donde destaca un monumento a los Fusileros Rojos y un búnker de la Unión Soviética que alberga el Museo de la Ocupación; trata sobre la represión nazi y soviética en Letonia. Pero el mayor símbolo de Riga, el que encontramos más a menudo en las postales es la Casa de las Cabezas Negras, una asociación de mercaderes solteros que le dieron el aspecto que tiene hoy en día aunque ha tenido que ser reconstruido tras la Segunda Guerra Mundial.

    Desde Riga se pueden hacer excursiones de un día al pueblo costero de Jurmala y, por qué no, darse un chapuzón en el mar Báltico; visitar los castillos Sigulda que dan al pintoresco valle del río Gauja; y al Palacio Rundale de Rastrelli.

  • TALLIN
    Tallin, la capital de Estonia, es la ciudad-sorpresa. Muy pocos viajeros esperan encontrar a orillas del Báltico una bellísima ciudad medieval perfectamente conservada como esta.Tallin es un conjunto monumental completamente rehabilitado (a veces, hasta demasiado) y lleno de torres, murallas, tejados rojos, calles adoquinadas, fachadas de colores alegres y preciosos edificios de muchas épocas, pero sobre todo de los tiempos en que la ciudad floreció gracias al comercio que le garantizaba su pertenencia a la Liga Hanseática.La unidad arquitectónica sorprende la mires por donde la mires. Podría ser una ciudad de cuento de hadas – o de Andersen- e incluso un decorado completo para un filme medieval. Tiene un punto a Praga o Dubrovnik. Y como aquellas, en temporada alta está llena de turistas que atestan sus plazas y calles peatonales, se agolpan para visitar la farmacia más antigua de Europa (abierta desde 1422) o hacen cola para subir al campanario de la Torre de San Olaf, el más alto de la ciudad y desde el que se obtiene una vista excepcional de este conjunto arquitectónico pequeño, colorido y vitalista.En las antípodas de lo que uno imagina sería una antigua urbe del racionalismo estalinista. La vida de los locales y de los turistas gira en torno a Raekoja Plats, la plaza del Ayuntamiento, el lugar donde el laberíntico entramado medieval de Tallin se esponja y toma proporciones más barrocas. Aquí hay que admirar la armonía de las fachadas sentado en alguna de las muchas terrazas mientras saboreamos una ôlu (cerveza), la bebida nacional estonia. Luego conviene dar un paseo por el camino de ronda de las viejas murallas medievales.

    Imprescindible también subir hasta Toompea, la colina donde se fundó la ciudad. Se puede subir por la calle Pikk Jalg (literalmente, pierna larga), que era por la que subían las caballerías y los carros; o por la calle Lühike Jalg(pierna corta), cuyas escaleras solo permitían el paso a pie.Arriba espera la Loosi Platz, la vieja plaza del castillo en torno a la cual giraba la vida de esta parte alta de la ciudad. A ella se asoman la catedral ortodoxa rusa Alexander Nevsky, que data de 1900, y el gran edificio del Parlamento estonio.

    La colina de Toompea ofrece otros miradores sobre el mar de tejados rojos de Tallin tan privilegiados o más que el de la torre de St. Olaf. Por ejemplo el mirador Rahukuhtu, el mirador Kohtuotsa o el Patkuli. Desde cualquiera de los tres se obtiene la postal perfecta de esta ciudad de sorpresas que parece haber quedado fuera de los circuitos del tiempo.

Leído en Cadena Ser Viajes

Comentarios

  1. Mª Vicenta de Dios Maillo

    Son dos ciudades que me parecen interesantes para ver ,pero no secuando podré.

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