Ruta histórica por los faros de Cantabria

Faro de la isla de Mouro, Cantabria

Desde que empezaron a construirse, los faros se convirtieron en lugar de culto para los buscadores de historias. En parte, porque se los asocia con leyendas sobrecogedoras: dramas, romances, tragedias, milagros… con ellos no van las medias tintas. Si a eso se suma que están situados en parajes increíbles, presidiendo acantilados donde la tierra llega a su fin, la consecuencia es que resultan más que atractivos para cualquier viajero.

Una de las rutas de faros más espectaculares de nuestro país es la ruta de faros de Cantabria, que a lo largo de su costa tiene casi una decena de faros, todos con su historia y presidiendo paisajes de pantalla de cine. Un imprescindible para románticos, aventureros y bohemios. Ahí va nuestro recorrido de Oeste a Este. ¡Buena ruta!

Faro de Punta Silla (San Vicente de la Barquera)

Su luz guió a los marineros por primera vez en las Navidades de 1871, y desde entonces cientos de miles de navegantes llegaron a tierra gracias a él. Aunque no todo son historias con final feliz: cuentan que hace 39 años el farero que entonces se encontraba a su cargo se despertó, bajó a la playa y encontró 14 cadáveres. Se trataba de las víctimas del naufragio del Lasarte, estrellado contra la costa de Prellezo durante la noche. Ahora es un faro automatizado que además acoge el Museo Artesanal y Costumbrista de la Mar, donde también se celebran exposiciones.

Faro de Punta del Torco (Suances)

Poco después de pasar el mirador que da a Los Locos, esa espectacular playa entre dos acantilados en Suances, se llega a este faro que lleva en uso desde 1863. Lo construyeron en la entrada del mismo puerto, junto a la fortificación de San Martín de la Arena que servía para defender la localidad de las incursiones enemigas. Cuentan que Alfonso XII y la reina María Cristina lo visitaron varias veces. Tras una de esas visitas se quejaron al farero por no cumplir con los cánones estéticos -la barandilla estaba pintada de un color diferente a la cúpula, que era verde, y eso les parecía inadmisible-. Años después aquel farero acabó convirtiéndose en héroe al recoger a siete náufragos que habían escapado al hundimiento de su propio barco, el Franceschino, cuyo casco se había roto.

Faro de Cabo Mayor (Santander)

El faro de Cabo Mayor, un icono de la ciudad de Santander, es uno de los más atractivos de toda la península. Sólo por eso la visita merece la pena. Se encendió por primera vez presidiendo la Bahía de Santander en 1833, año en que empezó a guiar a los navegantes hasta que en 1982 un rayo rompió todos los cristales de la linterna. Hasta que se reparó, los tres fareros pasaron las noches dando vueltas manualmente a la rotación y cronometrando los grupos de luces con uno de sus relojes. En 2001 dejaron de habitarlo y ahora acoge el Centro de Arte Faro de Cabo Mayor.

Faro de Punta de la Cerda (Santander)

Levantado en el noreste de la Península de La Magdalena, en la que se conocía como batería de Santa Cruz de la Cerda, comúnmente lo llamaban  el Faro de la Argolla porque existía allí un amarre donde atracaban los barcos con dificultades. Hoy es la sede del Aula del Mar, un proyecto en el que participan la Autoridad Portuaria y las universidades de Cantabria y Menéndez Pelayo para realizar talleres formativos.

Faro de Mouro (Santander)

Otro de los faros populares de Santander es el de Mouro, al que llaman el faro maldito: levantado sobre la rocosa isla de Mouro, algunos de sus fareros vivieron episodios trágicos. El primero ocurrió cinco años después de que entrara en funcionamiento, en 1865, cuando el farero que trabajaba en él fue arrastrado por una ola y perdió la vida en el mar. El segundo tuvo lugar a finales del siglo XIX, durante un temporal en el que uno de los dos fareros que vivía allí murió de forma repentina. Su compañero pasó varios días junto al cadáver hasta que remitió la tormenta. Exactamente 100 años después de aquel incidente, en 1996, llegó otro temporal que aunque no causó ningún muerto destrozó el sistema de iluminación. El faro permaneció varios días apagado ante la imposibilidad de acceder a él.

 Faro de Ajo (Ajo)

Es uno de los faros más fotogénicos de la costa cántabra por encontrarse en la punta del Cabo de Ajo rodeado exclusivamente de naturaleza. Su historia comenzó a principios del siglo XX, cuando se programó su construcción. Sin embargo el proyecto se paralizó hasta que después de tres naufragios se retomó y comenzaron las obras que terminaron en 1930. Desde este faro hay unas vistas impresionantes por un lado a la Bahía de Santander y por otro a la Ría de Castellanos con la Cordillera Cantábrica como telón de fondo. Un lujazo.

Faros del Pescador y el Caballo (Santoña)

Para los aficionados a los paseos largos con vistas de escándalo, no hay mejor excusa que querer ver estos dos faros de Santoña. Una buena opción es comenzar en el Fuerte de San Martin, al final del Paseo Marítimo de Santoña, para subir al Monte Buciero. Por el camino veréis baterías defensivas, buenos paisajes y, por supuesto, los dos faros: el del Pescador y el del Caballo. Son unos 12 kilómetros en total contando con los 700 peldaños que desembocan en aguas cristalinas. Merece mucho la pena. Pero eso sí, ¡salid desayunados!

Faro del Castillo de Santa Ana (Castro Urdiales)

Seguramente es el más espectacular de todos los faros de Cantabria, así que si sólo pudierais elegir uno, el faro de Castro Urdiales sería una buena opción. Se levanta sobre uno de los torreones del castillo de Santa Ana, desde donde hay unas vistas de película al mar Cantábrico y la ciudad de Castro Urdiales. Gracias al más de siglo y medio que lleva funcionando, se ha convertido junto al castillo en emblema de una localidad que tiene un largo listado de atractivos. Resumiendo: es de los de parada casi obligada.

Leído en Marabilias

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Comentarios

  1. […] Desde que empezaron a construirse, los faros se convirtieron en lugar de culto para los buscadores de historias. En parte, porque se los asocia con leyendas sobrecogedoras: dramas, romances, tragedias, milagros… con ellos no van las medias tintas. Si a eso se suma que están situados en parajes increíbles, presidiendo acantilados donde la tierra llega …  […]

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