Samaná, todo un paraíso en la República Dominicana

Parque Nacional Los Haitises, República Dominicana

Parque Nacional Los Haitises, República Dominicana

Samaná es una de las zonas más vírgenes de República Dominicana, quizá el secreto mejor guardado de la isla. Una península que ofrece todo lo necesario para sentirse parte de la naturaleza más salvaje.

Subiendo por la carreterita que une la autopista de Santo Domingo, capital de República Dominicana, con la península de Samaná, el viajero ya se hace una idea de lo que le espera en este poco frecuentado lugar de la isla. Entre curvas y desde lo alto de las montañas que flanquean el mar se divisa lo más parecido al paraíso de las pinturas renacentistas. Bosques verdes espesos, de aguacateros, plátano y palmerales, con un fondo de mar cristalino.

Al bajar los montes, le espera la península de Samaná, uno de los destinos menos conocidos de Dominicana y, por tanto, lejos de la aglomeración de los grandes touroperadores. Hasta allí han ido llegando algunos europeos, de espíritu libre y algo hippies los primeros, instalándose y creando una red de alojamientos, tiendas y negocios turísticos.

Santa Bárbara de Samaná es la principal ciudad con unos 51,000 habitantes. Casi toda la economía de la provincia gira alrededor de los destinos de playa Las Terrenas, Las Galeras, Portillo, Cosón, Playa Rincón y Playa Bonita, sin quitarle mérito alguno a la cascada Salto El Limón, una opción de excursión de media jornada desde Las Terrenas..

Los grandes hoteles todo-incluido son la excepción en Samaná, pues desde sus inicios se ha mantenido como destino para el turismo independiente y, aunque el auge inmobiliario ha tomado bastante fuerza, los pequeños hoteles se mantienen como uno de sus principales atractivos.

Samaná es una provincia que impresiona por sus contrastes de verdes lomas y playas de arenas blancas. Es una gran península con más de 850 kms2, mucho más que la mayoría de las islas del Caribe, por lo que hay mucho que recorrer, incluyendo la plantación de cocoteros por metros cuadrados más importante del mundo. Más aún, el gran desarrollo de comercios, restaurantes y locales de entretenimiento hacen de ella un destino muy atractivo donde los inmigrantes (franceses, alemanes, italianos, españoles e ingleses caribeños) han jugado un importantísimo papel en la gastronomía, en la cultura y en lo religioso.

Las mejores playas están escondidas. Así que hay que preguntar. Siempre habrá un dominicano dispuesto a ayudar. En esta zona las playas apenas están conquistadas por un chiringuito-carpa con unas brasas donde asar la muy recomendable y económica langosta y tomar una muy fría cerveza Presidente o una piña colada. El paseo desde Playa Cosón a Playa Bonita, de 30 minutos, también es muy aconsejable.

El Parque Nacional de Los Haitises es la visita imprescindible. Normalmente se llega por mar desde Samaná, si el tiempo lo permite, siempre en grupos organizados. Lo ideal es apuntarse a una excursión madrugadora. Cuenta con 208 kilómetros cuadrados de terreno protegido. Desde la barca, según se acerca, se divisan garzas reales descansando en las pequeñas islas rocosas, largas líneas de playa solo habitadas por cocoteros y, al fondo, los montes que protegen el bosque. Al adentrarse la embarcación llegan los manglares, desde donde acceder a las cuevas en las que habitaban los taínos, los indios precolombinos, que desaparecieron tras la llegada de los conquistadores y que dejaron pinturas rupestres en sus paredes.

Para finalizar el viaje, un destino sugerente es el pueblito de Las Galeras, en la punta este de la península. Unos pocos alojamientos, menos visitantes y mucho relax. En barca se puede ir a Playa Rincón, multipremiada como una de las mejores del mundo. Y a relajarse…, si no arriba algún yate con son a bachata.

Definitivamente, es un destino a escoger por los que quieren unas vacaciones activas. Del otro lado de la bahía, a unos 10 minutos de travesía marítima, se llega al proyecto eco-turístico Paraíso Caño Hondo con sus riachuelos por dentro. A Paraíso Caño Hondo se puede llegar en vehículo por el lado sur, por Hato Mayor, atravesando la Cordillera Oriental, y pasando por el pueblo de Sabana de la Mar.

Como dato interesante, en esta época, desde diciembre hasta abril, esta zona del norte de la isla se convierte en lugar de peregrinaje para quien desea contemplar las ballenas jorobadas y para aquellos turistas que buscan un refugio cálido huyendo del invierno. Para divisar a los grandes cetáceos hay que apuntarse a algún tour en barca desde el pueblo de Samaná. Aunque si se pasa una semana en esta zona de la isla, lo mejor es descansar unos cuantos días en el pueblo de Las Terrenas, al oeste. Allí han surgido numerosos hotelitos, tiendas y restaurantes con encanto.

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