San Juan de Gaztelugatxe, la perla de Bermeo

Cuando, en tertulias de oficina, al reposo de un café aguado, comentamos el destino de nuestras próximas vacaciones (en caso de poder tenerlas), se nos mira con recelo si comunicamos que nos quedaremos en la tierra. Suena a chiste, de verdad que sí, pero muchas veces preferimos lo de fuera sin haberle dado una oportunidad a lo cercano. El cine podría ser otro muy buen ejemplo.

Por suerte, los paisajes, pueblos y monumentos están ahí, esperándonos con los brazos abiertos a quienes optemos por conocernos a nosotros mismos antes que al resto. En ese sentido, si todavía no os habéis decidido a hacerlo, la costa del mar Cantábrico es un hervidero de lugares de interés. Hace poco más de un mes os hablamos de la Playa de las Catedrales de Rivadeo y hoy hacemos lo mismo con le ermita de San Juan de Gaztelugatxe de la localidad vizcaína de Bermeo.

Como podéis comprobar en las imágenes, se trata de un peñón que parece estar amarrado a un muelle con una tensa cuerda, una pequeña embarcación de la que la costa no quiere desprenderse. El nombre de Gaztelugatxe proviene del euskera, de la palabra “gaztelu”, castillo, y de la palabra “aitz”, roca. En lo alto del acantilado no hay ningún castillo y sí una ermita del siglo X dedicada a San Juan Bautista. La pequeña isla de Aketxe observa, cautiva, en solitario, las raíces arqueadas de una escultura de piedra obra de la bravura del oleaje reinante.

En las cercanías se gesta la mundialmente conocida ola izquierda de Mundaka, hecho que no pasa desapercibido en este enclave de contención, de la lucha de un ser vivo para no verse separado del abrazo de sus iguales. Podemos llegar en coche hasta su falda aunque es preferible dejarlo enfrente del risco, en lo alto, aparcando por un rato los malos humos y disfrutando de un paseo entre la naturaleza. Como se ve a mucha gente mal calzada, os queremos dar un consejo: utilizad calzado cómodo y sin tacón, preferiblemente deportivo.

La razón es sencilla y de sentido común. El camino es estrecho y angosto, con una pendiente inclinada que a pesar de no requerir mucha pericia, sí puede dar pie a torceduras si no tenemos cuidado. Una vez llegados al tramo del puente que da acceso a la roca, nos encontraremos con una escalinata zigzagueante, imponente, con más de 200 escalones agrietando nuestros gemelos. Cada 5 pasos podremos detenernos a tomar una fotografía, para hacer como que tomamos una fotografía mientras recobramos el aliento o en verdad para llevarnos un recuerdo para toda la vida.

Gaztelugatxe es pasto de muchas tradiciones, y si bien la más arraigada es la de subir a la ermita y tocar tres veces la campana para ahuyentar los malos augurios o pedir un deseo, hay alguno más. Por ejemplo, se habla de las huellas de San Juan, que no son sino los huecos de las empinadas escaleras. Se les otorga un don curativo y por eso hay mucha gente que coloca sus pies allí para curárselos. En el caso de que nos duela la cabeza, siempre podremos dejar nuestra txapela, visera o sombrero.

Otro aspecto curioso lo protagonizan los barcos bermeanos que salen a faenar. Con el anhelo de una buena jornada de pesca, las embarcaciones realizan giros a estribor y a babor a la altura del islote, sabiendo que su penitencia será recompensada. Por último, las mujeres que no consiguen quedarse embarazadas también se acercan con esperanzas a pedirle ayuda a San Juan Bautista.

Para llegar hasta la ermita deberemos tomar la carretera BI-3101, la misma que une las cercanas localidades de Bermeo y Bakio. En caso de tener hambre, en las cercanías existe un amplio restaurante con menú del día o platos a la carta, siendo una ocasión inmejorable para degustar los productos de la zona; carne y pescado siempre de primerísima calidad, acompañado de un sabroso txakoli.

Leído en Viajeros Blog

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