Tras las huellas del Quijote

Un recorrido por lo más profundo del alma peninsular descubriendo rincones inesperados y vestigios literarios impresos en Cuenca. Desde villas heroicas como Alarcón a señoriales como Belmonte o monumentales como San Clemente. La Mancha en estado puro.

Resulta difícil de entender que una tierra con tanto y tan valioso patrimonio aún sea una desconocida para muchos. Su sobrecogedora belleza ha inspirado repetidamente a novelistas, poetas y dramaturgos. Podemos decir que Cuenca es una tierra de Literatura. No es de extrañar que Miguel de Cervantes se quedara prendado de su riqueza natural y de esas tradiciones que todavía siguen conservando sus habitantes.

Pero además del arte de las letras, Cuenca fue durante siglos una tierra poderosa y disputada, epicentro de la actividad política y económica del país. Una de sus villas heroicas era Alarcón, conocida como La Inconquistable. Su emplazamiento privilegiado, sus murallas y torreones garantizaron la seguridad de la villa durante toda la Edad Media. Nadie lo diría cuando se recorren sus calles. Hoy, con menos de 200 habitantes, Alarcón se alza como dueña y señora de las mejores vistas y sus puertas se abren hospitalarias para aquellos que buscan historia, arte y una reparadora tranquilidad. Paseando por su casco antiguo encontrará joyas tan variopintas como su centro de pintura mural, sus incontables iglesia y su castillo, ahora convertido en Parador.

Estilo mudéjar

Continuando con la búsqueda de las huellas que dejaron por estos mismos caminos, hace ahora 400 años, un flaco jinete y su escudero, nos topamos con un castillo que fue morada de reinas y emperatrices. Belmonte presume de ser una de las villas señoriales que mejor se conservan en toda La Mancha. Su castillo, de estilo mudéjar, ha sido recientemente restaurado, recreando con acierto el ambiente y el mobiliario de la época. No le falta detalle.

Su recinto exterior se une a las murallas que descienden hasta Belmonte. En este pintoresco pueblo hay que explorar sus calles salpicadas de una interesante arquitectura tanto popular como palaciega, además de una colegiata del siglo XV donde se mezcla el gótico con el más puro estilo renacentista. Bien merece una sosegada visita.

Después de visitar Belmonte, este trayecto continúa en San Clemente, famoso por su Plaza Mayor y declarado Conjunto Histórico, por la monumentalidad de sus iglesias, palacios y casonas. Pero si hay un lugar que prevalece en la ruta Cervantina es la visita a los molinos. Aquellos gigantes contra los que luchó don Quijote escribieron capítulos muy representativos en la novela y, más aun, en la historia de esta región.

La molienda como antaño

En la localidad de Mota del Cuervo aún se conservan siete ejemplares, impasibles al paso del tiempo. Las aspas del Gigante, que alberga el museo tradicional, se ponen en marcha cada sábado para recrear una molienda como las de antaño. Sin duda, una buena oportunidad para disfrutar de uno de los sonidos y olores más característicos de la historia de nuestro país. Estos hijos legítimos manchegos se ubican en lo alto de un cerro desde donde es posible divisar hasta nueve localidades manchegas y unos mágicos atardeceres. Por algo es conocido como el Balcón de La Mancha.

No podemos sellar este recorrido sin citar a las localidades de Villaescusa de Haro y su impresionantes Capilla de la Asunción, una joya del gótico isabelino, y a Villanueva de la Jara, el lugar que eligió Santa Teresa de Jesús para fundar el convento de las Carmelitas hace casi cinco siglos. Tras las Huellas de La Santa nos despedimos de este inolvidable paseo por tierras conquenses, aquel lugar de La Mancha cuyo nombre no olvidaremos jamás.

Diana Fresneda / Ocholeguas.com

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