Trás-Os-Montes, una región para recordar y vivir

La tierra transmontana es de vivencias comunitarias muy ricas que todavía hoy se mantienen. Fruto de orígenes plurales, nobles y populares, mestizaje en un objetivo retinto peculiar donde cada uno se interesa por todos y donde todos intentan consolidar la felicidad de cada uno.

El espíritu reinante es poco dado a ostentaciones: la tierra es oscura y fértil, oscuras son las ropas que la cubren, salpicadas por mantos albos de nieve fría que invita al acercamiento de las personas y que, en los puntos más altos, dibujan telas de blancura. En los sitios exactos en que los estíos desdoblan manchas policromas de brezo, retamas o carquexias. Y si en cada verano persiste el ambiente pastoril de una flauta de caña que resuena en las vertientes de los montes durante todo el año, y el de una gaita de fuelle que retumba, solemne, en la tranquilidad de los altiplanos.

A veces es de flores la nieve que, en el nordeste, brota de los almendros. En otras ocasiones son castaños los árboles. De las castañas del interior y de las almendras, a medida que Trás-os-montes se encamina en dirección al Duero, se hacen delicados manjares sin igual. Es en la mesa donde cada tramontano se revela. Las puertas, de viejos cerrojos, están siempre bien abiertas para los amigos que entran y es siempre amigo quien entra por bien. Una mesa tradicionalmente llena de ahumados y embutidos, junto a un antiguo hogar donde las brasas y el humo originan especialidades propias. Consolidada la buena calidad de las carnes de cerdo, siempre privilegiado y alimentado con patatas y centeno, las culturas dominantes, de las especies cinegéticas, que aquí abundan y poseen gran prestigio, o del ganado vacuno a través de razas autóctonas tan significativas como la barrosâ, maronesa, y mirandesa. La carne mirandesa es muy apreciada, sobretodo en fechas especiales donde la alegría de las fiestas y el entusiasmo de las romerías surgen como manifestación limpia y clara del alma del pueblo transmontano.

Al encuentro de la Historia

Miguel Torga, el gran escritor de esta región, le llamo «Reino Maravilloso».

Y lo hizo con conocimiento de causa. Nacido en las sinuosidades rocosas de sus montañas opulentas de ondulaciones graníticas donde, durante muchos años, piedras y castillos se fundieron, aquí adquirió el país portugués una estructura sólida marcada por fronteras naturales casi inaccesibles, defendiendo haberes y valores que consolidarían una nacionalidad.

El rigor de la estructura de esta tierra se manifiesta en varios aspectos y desde siempre así fue. Nos hablan de la historia de su gente abundantes testimonios patrimoniales muy antiguos, desde el neolítico, templos y objetos que explican la fecundidad creativa y evolutiva del hombre que, desde siempre, se abrigó entre roquedales y con ellos se armonizó en consonancia. Son arrobamientos de una inteligencia generada entre la necesidad de supervivencia y el deseo de expandir su espíritu generoso moldeado por la interiorización de su existencia.

Las composiciones populares están llenas de leyendas que son, finalmente, el reflejo de los grandes hechos tejidos en las zonas más próximas a los límites donde tradicionalmente estallaron los conflictos entre los que codiciaron este rincón del mundo y aquellos que pugnaron por mantenerlo suyo. Tantos pueblos que en cada sitio por donde se pase hay innumerables vestigios de cada uno. Con importancia para las estructuras viarias y monumentales de una romanización que sacudió esta tierra de punta a punta.

Finalmente, en el «reino maravilloso» sea de paisajes que de creencias, la tierra de Trás-os-Montes posee páginas de una ancestralidad histórica, profusa y envidiable, que puede ser leída a través de castillos, catedrales, de la nobleza y voluntariedad que emerge de la obra de varios poetas que no se cansaron de cantarla.

Ambiente, el futuro de la región

Hablar de tierra tiene todo el sentido en este rincón del país. De ella brota todo, lo que le garantiza un estatuto privilegiado en el territorio portugués. Tierra de aguas «milagrosas» que brotan naturales y espontáneas en cada uno de los pliegues de una sábana revuelta por los misterios del subsuelo. Minerales, las aguas emergen a la corteza, frías unas, gasificadas otras, aún calientes las que más rápidamente ascienden del regazo de la Madre Naturaleza, escondidas por hábitos graníticos que todo lo acaricia. A veces permanecen quietas en grutas milenarias formando capas líquidas. En otras ocasionen deciden recorrer trayectos desiguales en pequeñas gargantas salientes o en el esplendor de vegas largas y abiertas.

Los ríos ora se demoran en besos prolongados con las márgenes que os enamoran, ora se desprenden suicidas, en cascadas de insuperable belleza. Y la vida, animal o vegetal, que de ellos deriva es un anhelante esplendor en cada nuevo rumbo. No solo en las corrientes o en el azul del cielo, mil especies redoblan su libre presencia en cada nuevo año, fenómeno creativo patente en áreas oxigenadas y coloridas de cada estación.

Los parques naturales de Peneda – Gerês hasta Montesinho, pasando por Alvao y Marao lleno de precipicios y espectaculares simas, son reservas escogidas por los hombres en sus andanzas por el mundo. Aquí multiplicados, sacudidos por los notables nueve meses en que la atmósfera se agita en contoneos fríos y húmedos o por los tres restantes, ardientes y fogosos.

Los parques nacionales y naturales: Peneda Gerês, Montesinho, Alvao y Douro. Los placeres de la caza mayor y del salto, la pesca en las innumerables presas y en los ríos de aguas puras y cristalinas, las emociones del parapente de ala delta, del golf y del tenis.

Las tradiciones de un pueblo que cada día se descubre y una gente que, por hospitalaria y cariñosa, se quiere volver a ver. La gastronomía sin igual y la artesanía.

Los valles, con verdes de mil tonos, serpenteados por ríos de una belleza sin igual y las montañas donde riquezas y secretos estaban guardados y que ahora, poco a poco, se van descubriendo. Pinturas rupestres, dólmenes, castros, minas de oro, puentes romanos y medievales y marcos miliarios. Iglesias, capillas y elevados castillos, son marcos de una historia riquísima.

Termas en parques bucólicos donde se recupera la salud y se descansa de la vida dura y bulliciosa de todos los días.

En fin, naturaleza y aire puro son características del dulce y suave, pero vigoroso, paisaje transmontano.

¿Conoces Trás-Os-Montes? Cuéntanos qué te ha parecido…

Comentarios

Deja un comentario