Un crucero por el Amazonas para sibaritas

Viajamos por el mítico río a bordo de uno de los mejores barcos de crucero, el Seabourn Quest. Pura naturaleza con aguas de colores que no se mezclan y disfrutando de lugares como Manaos o Santarem.

Aventura en canoas de día y Chateau Lafite con mantel de hilo en la cena. Brindamos por las criaturas que hemos visto por la mañana y por las que intuimos pueblan la noche de la selva por la que avanzamos. El Seabourn Quest se adentra por las aguas del Amazonas. La vida a bordo es un interesante híbrido entre ese transcurrir disipado y glamuroso que evoca al Titanic antes de la tragedia y las aventuras de exploradores como Francisco de Orellana.

A bordo de este lujoso crucero de unas 450 personas se celebran las tradiciones centenarias observadas por las tripulaciones de marinas mercantes y barcos de guerra. Yo he dejado de ser una poliwog para convertirme en una shellback, una condición que se adquiere cuando se cruza navegando la línea del Ecuador.

El ritual se celebra desde hace siglos y de él da cuenta en sus diarios Charles Darwin. Afortunadamente, las costumbres se han suavizado desde aquellos tiempos del Beagle en los que sometía a los novatos a auténticas atrocidades. Yo sólo he tenido que besar en la boca a un enorme besugo muerto como tributo para contentar a Poseidón.

El Delta más grande

Las aguas ya no son como las de las Antillas, ni siquiera como las de la infausta isla-prisión francesa. Entramos en el delta más grande del mundo. El barco ya navega junto a las márgenes del río que atraviesa el pulmón del planeta. Aún no hay desconchones provocados por la deforestación y las prácticas agrícolas. Desde cubierta, la Amazonia se percibe salvaje, espesa y grandiosa. Las calvas vendrán cuando nos vayamos acercando a Manaos, el destino final.

La travesía por el Amazonas dura cinco días y cuatro noches tocados con esa magia que destilan los territorios que todavía guardan secretos. La primera escala se realiza en Santarem. Dejamos el lujoso barco de crucero y cada cual elige su excursión, no más de veinte personas en cada una. Pequeñas embarcaciones locales nos llevarán por el río Tapajos. Claudio Schulze, el enérgico coordinador de actividades, advierte: «Señores, esto no es Estados Unidos, no esperen encontrar siempre aire acondicionado».

La «foresta encantada» es un bosque inundado que se atraviesa navegando en canoas. Inolvidable. El Alter de Châo tiene muchos adeptos, al ser considerada una de las playas fluviales más bellas del mundo. Paisaje y paisanaje: son numerosos los cruceristas atraídos por conocer la vida de las comunidades locales de la Amazonia y compartir con ellos algunas horas. ¿Le hace unas pirañas en una barbacoa en medio de la selva?

Diversión a bordo

El plan tal vez resulta más seductor sabiendo que por la noche nos espera el mantel de hilo. Se agradece la piscina después de sudar a chorros bajo la humedad tropical. Las cenas son un intercambio continuo de impresiones. La visita al Parque Ecológico del Januari arranca muchas anécdotas: árboles colosales, sonidos misteriosos y victorias regias, unos nenúfares superlativos.

A bordo del Seabourn Quest viaja un interesante equipo de expertos que forman el staff académico y aclaran nuestras dudas: científicos, doctores en botánica, ornitólogos, expertos en flora y fauna tropical… Sus clases magistrales a bordo están tan concurridas como las entretenidas noches de los shows.

Sí, los hay y de excelente calidad. Pero tal vez ninguno alcance el nivel del espectáculo que vimos en Parintis, nuestra segunda escala. Esta pequeña localidad rivereña es conocida en Brasil por acoger el festival folclórico más importante de la Amazonia, el Boi Bumba. Sus cantos indígenas y su danzas rituales son ensordecedoras, trepidantes e inolvidables.

Ya cerca de Manaos, nos esperaba uno de los fenómenos de la naturaleza más curiosos de la travesía: el llamado Encuentro de las aguas. Durante unos ocho kilómetros, en la confluencia del río Negro con el río Solimões, las aguas de distinto color de ambos corren lado a lado sin mezclarse, debido a sus diferencias de temperatura, velocidad y densidad. Los que hemos tenido suerte de ver al mismo tiempo los célebres tiburones rosas, nos jactamos en la cena antes de acudir al show. Esta noche no es a bordo, sino en la ópera de Manaos.

Leído en Ocholeguas

Guardar

Comentarios

Deja un comentario